Cuando se acaban los noodles
- cocinaonthego
- 21 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Viajar está muy bien, pero los furgoneteros no viven sólo de paisajes idílicos.
Cuando no sobra el dinero, las ganas de viajar son grandes y el hambre aprieta; se agudiza el ingenio.
Hace dos años que compramos nuestra furgoneta, y a pesar de que todavía no está terminada, esto no nos impide viajar y disfrutar de ella... Aunque sea sin nevera, con una garrafa de agua para fregar los platos, y un fogón portátil.
Es en estas situaciones cuando se tiene que improvisar y ponerse creativos... porque la comida precocinada nos salva muchas veces, pero cuando se supera cierta edad, se hace difícil encadenar más de 2 días comiendo noodles.
Y es este momento en el que empiezas a buscar recetas e ideas por internet, y parece que todo el mundo tenga un horno, una thermomix y una panificadora dentro de la furgoneta. Pero como nos gustan los retos y no nos sobra mucho espacio, cocinamos con un cazo, una sartén con el mango roto y un colador (que por cierto, tampoco tiene mango).

Nuestra cocina de momento
Mis años trabajando en cocina hace tiempo que pasaron, pero a pesar de que sorprenda a muchos, en las cocinas profesionales se improvisa mucho, los gadgets son escasos, y casi todo lo que vemos (cocina de vanguardia a parte) es el resultado de horas de trabajo y mucha habilidad... Pues, es tiempo de “fluir” y de improvisar, de adaptarse a lo que tenemos y hacer volar la imaginación.
Somos conscientes de las limitaciones de una camper, y del poco instrumental que llevamos; pero cuando viajamos, no necesitamos hacer platos dignos de soles o estrellas; sino, comidas sabrosas, que llenen el estómago, calienten el alma, y nos den energía para poder continuar haciendo aquello que más nos gusta.
Por un lado, hay mucho de organización, de preparar platos en casa y envasarlos. Porque cocinando en casa, cuesta muy poco hacer dos raciones más, y hace mucho gozo comer unos macarrones caseros después de todo un día andando.
Pero, también hay mucho de improvisación, de ir a los mercados y buscar producto local (no tener nevera lo hace obligatorio). Pero esto también nos permite comprar con los vecinos. Hablar y preguntar, aprender qué platos son típicos, y sobre todo, por qué lo son. Empaparnos de su cultura y tradiciones.
Cuando cocinamos en ruta tenemos algunos clásicos que no nunca faltan, ni fallan. A nuestra despensa no falta arroz ni macarrones, aceite y ajo -somos mediterráneos, no lo podemos ocultar. Un bote de salsa bognesa casera, y otro con patata y cebolla fritas, porque nunca sabes cuando puedes necesitar una tortilla de patata… (y freír a la furgo es un poco tedioso… y la tortilla hace muchos amigos…). y sobre todo, nunca falta papel y lápiz, por quien te puedas encontrar por el camino.

Macarrones bolognesa "della Mamma di Carlo" que siempre nos compañan
Viajar con la casa a cuestas, y con cocinas tan limitadas, nos da la oportunidad de dar un paso atrás, de volver a tiempos más sencillos donde necesitábamos menos aparatos para hacer las cosas. Cuando se cocinaba en el fuego, y se conservaban los frutos y las verduras del verano para que aguantasen todo el año. Parece que nos hemos olvidado muy rápido de todo lo que sabíamos, y ahora necesitamos tener todo aquello que queremos en el momento, estamos acostumbrados a que el mundo se adapte a nuestros deseos momentáneos, y hemos acabado perdiendo la capacidad de planificar y de improvisar.
Nosotros intentamos adaptarnos a las circunstancias, y mostrar que con muy poco, se puede hacer casi de todo.
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